viernes, 9 de marzo de 2018

Oyendo crecer los rascacielos

A poco que te pares, desde cualquier punto de Abu Dhabi se percibe con nitidez cómo esta ciudad se va haciendo deprisa, cómo la gran urbe se abre camino entre el desierto a toda prisa. 

Un día te despiertas y ves que le han salido a la arena unas oscuras líneas de asfalto, un inesperado trazado de alquitrán ha surgido en el paisaje en medio de las dunas. Después, sin que te dé tiempo a darte cuenta, alguien pinta sobre él los pasos de peatones y coloca los semáforos. 

Al día siguiente los laterales de las avenidas ya aparecen sembrados de grandes palmeras y así, aunque no te pares ni a pensarlo, has asistido al nacimiento de otro trozo de ciudad. Ya tenemos a la criatura en marcha, ya se siente su empuje, ya hay vida y urbanización suficiente para empezar. 


Muy poco tiempo después, en algunos de los espacios intermedios entre las calles asfaltadas aparecen ceremoniosas unas grúas gigantescas para saludar al recién llegado, mientras en el suelo se amontonan las pilas con materiales de construcción por arte de magia. Si permaneces un rato despierto en medio de la noche y te apetece, puedes oír cómo crece una torre que ya cuando amanece tiene alrededor de cincuenta pisos y antes de que hayas terminado de leer el periódico en la tablet está totalmente acristalada. Estando atento puedes comprobar que los ascensores se van llenando de gente con muebles. Así se vive en directo cómo empieza a ver la luz del día una nueva torre y así se oye madurar la abundante cosecha de rascacielos de este año.




Da la sensación de que Abu Dhabi es una obra permanente, una construcción inacabada en la que los edificios brotan de la arena en sesión continua, sin interrupciones, sin descanso. Una de las cosas que llama la atención es que aquí no hay casco urbano antiguo, no hay edificios históricos como en el resto del mundo, no existe la parte vieja como en la mayoría de las ciudades. A Abu Dhabi le falta la antigüedad. En este rincón del planeta toda la urbe parece haber nacido al mismo tiempo, toda la cosecha de rascacielos está madurando simultáneamente y lo hace de la noche a la mañana.


Cualquiera que pasee por la calle puede comprobar cómo gracias al petróleo sale dinero a espuertas de las alcantarillas. Fluyen riadas de dólares que rápidamente se van convirtiendo en edificios gigantescos, en coches imponentes, en puentes de diseño, en autopistas de seis carriles o en grandes parques con palmeras. Los efectos de la abundancia son inmediatos e innegables. En medio del Golfo Pérsico Abu Dhabi se disfraza de Nueva York en un par de semanas. Y además se adorna el traje con una llamativa Sorbona, un Louvre de infarto y un envidiado circuito de Fórmula Uno.

miércoles, 7 de marzo de 2018

La Gran Mezquita, el Taj Mahal emiratí


Su visión ya resulta majestuosa desde la distancia cuando se empiezan a apreciar los cuatro minaretes de 100 metros de altura clavándose en el cielo, pero deslumbra mucho más al acercarse a la distancia corta. Esta joya monumental se llama oficialmente mezquita Sheikh Zayed bin Sultan al-Nahyan, nombre largo y complicado para los occidentales, por lo que todo el mundo la denomina la Gran Mezquita de Abu Dhabi. Sheikh Zayed es considerado el padre de los Emiratos Árabes Unidos y a él se debe la construcción de esta maravilla arquitectónica.

El 6 de agosto de 1966, Sheikh Zayed fue proclamado Emir de Abu Dhabi y presidente de los Emiratos Árabes Unidos. El gran objetivo que se planteó desde ese mismo día fue el de invertir el producto de la inmensa riqueza petrolífera en todo lo que favoreciese el despegue hacia la modernidad y un desarrollo para el país, a partir de cuyo momento las toscas viviendas tradicionales de barro empezaron a convertirse en grandes rascacielos de hormigón, acero y vidrio gracias a los cuantiosos ingresos procedentes del petróleo. Con estas premisas y sin límite de presupuesto, se ha logrado un resultado final verdaderamente admirable, una auténtica maravilla que sorprende por su belleza y su solemnidad.

En el año 1995 empezó a gestarse el gran proyecto para materializar su sueño de construir una mezquita que sorprendiese al mundo y cuya solemnidad se convirtiese en todo un símbolo nacional, en el que quedase representanda la apertura del Islam al mundo. Aunque por desgracia Sheikh Zayed no pudo ver rematado su sueño, ya que tras cuarenta años de gobierno falleció en 2004, tres años antes de que se diese por finalizada la obra, su hijo, el jeque Jalifa bin Zayed bin Sultan Al Nahayan, decidió que el nombre de este inmenso templo haría honor a su padre y fundador. En el exterior de la Gran Sala de oración se encuentra su tumba, donde se recitan versos del Corán las 24 horas del día, todos los días del año. 


A pesar de su corta vida algunos ya han querido compararla con el Taj Mahal. Cierto es que resulta cuando menos aventurado tratar de emparejarla con el mausoleo indio de Agra, icono de la arquitectura mogola, pero no es descabellado pensar que en algún sentido haya servido como referencia e inspiración. Los dos se han levantado en un inmaculado mármol de color blanco, que siempre es considerado como el exponente máximo de la belleza arquitectónica y de la grandiosidad. También, la refinada estructura geométrica es común en los dos complejos y en ambos se ha realzado la belleza de los acabados con incrustaciones de piedras preciosas como el lapislázuli, la amatista, el ónix rojo, la aventurina, el nácar o las conchas de abulón que lucen incrustadas en el blanco mármol. 


La Gran Mezquita de Abu Dhabi es posiblemente uno de los templos más bellos que podamos contemplar y está considerada como la estructura de mármol más grande construida por el hombre. Han sido necesario 430 millones de euros y el esfuerzo de tres mil obreros trabajando de sol a sol durante doce años para poder concluir la obra. Abarca una superficie de cerca de 20.000 metros cuadrados y tiene capacidad para unas 40.000 personas. Aunque la sensación de uniformidad es evidente, lo cierto es que en la construcción de la misma se han utilizado hasta 28 tipos diferentes de mármol.

En apariencia, su estilo arquitectónico es el tradicional islámico, pero esconde alta tecnología en su diseño ya que la soportan unos 6000 pilares de acero de 27 metros bajo tierra. La mezquita está construida sobre una plataforma, 9 metros sobre el nivel del suelo. Nada más entrar en el recinto llama la atención el gran patio de 17.000 metros cuadrados, cubierto con losas de mármol adornadas con incrustaciones de flores de colores y rodeado de galerías con arcos en forma de herradura. Ya dentro de la mezquita uno se queda boquiabierto con las siete gigantescas lámparas de cristal, la más grande de 10 metros de diámetro pesa 9000 kilos. Están fabricadas por Swarovski en plata y cobre y bañadas en oro. Pero, sin duda, la pieza más valiosa es la impresionante alfombra persa que cubre todo el recinto, la más grande elaborada en una sola pieza. Tiene 5627 metros cuadrados y está compuesta por más de 2200 millones de nudos.


La mezquita Sheikh Zayed se sustenta sobre una estructura de más de seis mil pilares de acero tratado para resistir la corrosión causada por la salitre del golfo. Estos pilares profundizan hasta veintisiete metros consiguiendo una estabilización adecuada del edificio además de una buena resistencia sísmica. Sobre ellos una inmensa estructura conformada por miles de metros cúbicos de hormigón reforzados con treinta mil toneladas de acero, totalmente cubiertos por losas de mármol de Carrara, extraído de las canteras cerca de Pietrasanta, en Italia, conocido como uno de los mármoles más apreciados del mundo por su blancura, empleando un total de 120.000 m². 

Dinero abundante, muchas obras y seguridad total

Aterrizas en el aeropuerto y ya desde los primeros compases piensas que esto es serio, que aquí algo se mueve de otra forma, que aunque aún no sepas qué, hay algo distinto. Mientras observas el panorama que se presenta ante tus ojos desde el taxi que te lleva hacia el centro de Abu Dhabi, una serie de sensaciones te embargan y, como consecuencia, extraes unas cuantas conclusiones inmediatas sin ningún tipo de rigor, pero que presumes no pueden ser muy descabelladas. Cuando te bajes del coche ya no tienes ninguna duda.


- Aquí hay dinero. No hace falta darle muchas vueltas. Se aprecia en los diseños selectos de los gigantescos rascacielos acristalados, en las prendas último grito que se aprecian en las boutiques de diseño selecto, en la cantidad de cochazos de élite que hacen rugir sus motores por las grandes avenidas, en el aire elegante de muchos hoteles. Todo huele a mucho dinero. Está claro. Sin entrar a desmenuzar ningún elemento de análisis es fácil hacerse con esa primera impresión: Abu Dhabi es una ciudad rica, muy rica. Se le nota. Después, despacio, arañando un poco más, se comprueba que es el más rico de los siete hermanos, de los siete Emiratos Árabes Unidos, todos ellos millonarios de familia, todos ricos desde la cuna por la gracia de Dios.

Cuando los británicos descubrieron petróleo en esta zona la ciudad de Abu Dhabi tenía 46.000 personas, cuatro doctores, y cinco escuelas, no había calles asfaltadas y buena parte de las viviendas estaban construidas con cañas. Lejos estaban ellos de imaginar que aquí se encontraba la quinta reserva de crudo más grande del mundo y que el 90% se escondía precisamente debajo de Abu Dhabi. Hoy esta ciudad, capital de los Emiratos Arabes Unidos, que cuenta con la décima parte de todo el petróleo del mundo, es la ciudad más rica de la Tierra. 

- Esto todavía se está haciendo. Se ve a las leguas que esto está sin acabar. Las calles se siguen haciendo a todas horas, nuevos proyectos invaden cada día las calzadas que se encuentran siempre en obras, el skyline se perfila dibujado con grandes grúas en activo por todos lados, la noche no es razón suficiente para dejar de construir rascacielos. No, Abu Dhabi no es un proyecto terminado, ni mucho menos. Es una ciudad en construcción permanente. Se encuentra en un intenso proceso de creación, del cual solamente se han llegado a desarrollar las primeras fases. La gran ciudad que se avecina tiene intención de seguir urbanizando el desierto que le rodea a gran velocidad y durante mucho tiempo. Abu Dhabi aspira en el fondo y cada vez con más razones, a ser tan majestuosa como su vecina Dubai.

- Aquí la seguridad es total. Basta con que te dejes el coche en la calle con la ventanilla abierta y compruebes a la vuelta que el ordenador y la cámara fotográfica que te dejaste encima del asiento están ahí, o que te olvides el Iphone en la mesa del restaurante del centro comercial y lo recuperes sin problema cuando a las tres horas te percatas, para que concluyas que ésta es una de las ciudades más seguras del planeta. A partir de ahí te sientes tranquilo, ya sabes que puedes caminar tranquilamente por sus calles o bañarte en sus playas públicas dejando el reloj, la tablet y la cartera con el dinero en la hamaca, sin ningún temor a que te roben absolutamente nada.

Pero, ¿qué es esto de los Emiratos?

Este pequeño país que ocupa una superficie similar a Andalucía, lleva camino de convertirse en el ombligo del mundo. Situado en la península arábiga, limita con Omán al sureste, con el Golfo Pérsico al norte y con Arabia Saudita al oeste y al sur. Está compuesto por siete emiratos desiguales en tamaño, población, régimen administrativo, situación económica y evolución social: Abu Dhabi, Ajmán, Dubai, Fuyaira, Ras al-Jaima, Sarja y Umm al-Qaywayn. Cada uno de ellos está regido por un emir y dispone de diferentes grados de autonomía, poderes y competencias, en función del nivel de desarrollo, de su extensión y del número de habitantes. 

Alrededor del 88% de la población de los Emiratos es urbana. La esperanza de vida era de 76,7 años en 2012, más alta que en cualquier otro país árabe, con una proporción de sexo masculino/femenino de 2,2 hombres por cada mujer, proporción que aumenta hasta 2,75 hombres por mujer entre los 15 y los 65 años. El desequilibrio entre hombres y mujeres es el segundo más alto en el mundo. El 80 % de la población local es musulmana (el 85 % sunitas y el 15 % chiítas). También hay un 8 % de hindúes, un 5 % de cristianos y algunas minorías budistas y sijs. No hay ningún problema de convivencia entre los musulmanes y el resto de confesiones religiosas.

El territorio de los Emiratos Árabes Unidos es prácticamente en su totalidad un desierto. Hasta hace muy poco tiempo ésta era una de las regiones más pobres del planeta, una zona inhóspita en la que prácticamente la actividad económica se reducía a la pesca, la recogida de dátiles y la cría de camellos. La cosa cambió radicalmente con el descubrimiento del petróleo a mediados del siglo XX. La aparición del oro negro supuso un punto de inflexión en su historia y un vuelco radical en la economía, que desde entonces vive una profunda transformación. En corto período de tiempo pasa de ser una región pobre y olvidada en medio del desierto a ser el centro de atención del mundo, un país moderno, atractivo y con un alto nivel de vida.

Los jóvenes Emiratos Árabes Unidos existen como país desde 1971, cuando se independizaron del protectorado del Reino Unido. En 1958 se descubrieron reservas de petróleo en Abu Dhabi y en 1966 en Dubai.​ También hay pequeñas cantidades en Sarja y Ras al-Jaima, pero más del 90% de las reservas se encuentran en Abu Dhabi. Este emirato junto con el de Dubai son los dos pilares que sustentan la economía de los Emiratos Árabes Unidos que, gracias a ellos, han visto aumentar su PIB hasta colocarlo al mismo nivel que los países más desarrollados del planeta. Los cuantiosos ingresos derivados del petróleo, un regalo divino, han catapultado en poco tiempo el nivel de vida de la población y dotado al país de unas infraestructuras de primer orden.